Estoy en mi casa. Desde mi ventana veo un sol otoñal que lleva de regreso a mi infancia. Es una luz que me regresa a las tardes de mi infancia, a la salida del cole a las cinco, ese bocadillo para la merienda que solía ser pan con aceite y sal, y tal vez un vaso de leche "blanca". Sí, la definición blanca quería decir sin cacao o café simultaneo.
La tarde siempre era una sorpresa. A que huerto de alrededor del pueblo iríamos a comernos unas naranjas, coger una habas, o saltar una acequia..... Todo esto que no se enteraran tus padres.
Hecho de menos oír los gritos de los niños por las calles, armados de palos, piedras o cualquier otro proyectil, llegaban los chavales de los pueblos de alrededor y había que guardar y vigilar el terreno.
Caía el sol y había que recogerse en casa, hacer deberes, ayudar en casa, una ducha rápida y a dormir y a soñar bonito, a no ser que alguna de las travesuras hechas a lo largo del día te robara el sueño.
Qué tiempo tan bonito! Entonces yo sólo tenia 10 años y en nada cumpliré 53 otoñales años.
Me considero afortunada de haber trepado a los arboles, haber defendido una fortaleza, haber corrido delante o detrás de los "enemigos", haber vivido aquellos maravillosos años.